Elegid sólo un par de temas por grupo.
AMOR:
EL AMOR.
Me llamó
la atención él, por su forma de mirarla, como si no fuese una
desconocida que veía por vez primera, pero así era. Él había subido en
la misma estación que yo y estaba solo.
Recién
en la siguiente parada, ella entró al autobús y no se percató de su
presencia, pese a que se sentó junto a él. Después, sacó de la mochila
un dossier de ilustraciones. Él, como ya dije, la miraba, como si
evocase un centenar de momentos compartidos: el otoño en que la lluvia
los llevó a refugiarse en el mismo lugar, la excusa para hablarle, un
número de teléfono, los días de dudas, la timidez de él para invitarla a
salir, los silencios de ella para retrasar la cita, el recital en el
que coincidieron, el beso, los besos, las confesiones, los
descubrimientos, cenas de dos, reuniones, compromisos, el compromiso,
hijos y deseos de seguir soñando. ¿Y si únicamente le recordase a un
antiguo amor? O quizá, sin aguzar tanto la memoria, ella era la silueta
vacía de sus anhelos, de esa ilusión latente que lo mantuvo despierto,
de un desenlace feliz que ya había vivido durante cada noche de insomnio.
Yo no tenía pensado tomar un autobús, ella tampoco. Afuera había dejado de llover. Le pregunté si las ilustraciones eran suyas.
MAGIA:
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La Pastilla Rosa |
Rafael
despertó creyendo que, en ese instante, se había quedado dormido. Como
en otras ocasiones, le entusiasmó la idea de ser consciente de que
estaba soñando y sintió como si fuese un personaje de ficción de carne y
hueso. Oyó el leve tic tac del reloj de mesa. Parecía haber abierto
los ojos en un sábado de festejos, pero se concentró para convertirlo
en domingo. Antes de preparar el café, fue al quiosco para comprar el
periódico. Todas las noticias hablaban de un mundo en el que él no
deseaba vivir. Supo que estaba despierto.
Motivado
por esa experiencia, Rafael publicó La Pastilla Rosa; un “libro” de
cuentos editado en formato periódico con el propósito de que el lector,
al menos en un primer momento, leyese las historias cual si fueran
sucesos de actualidad, introduciéndose así en un mundo ficticio, pegado
a lo utópico, con la certeza de seguir respirando en esta realidad.
Para evitarle distracciones, firmó con seudónimos las noticias, los
artículos de opinión, los anuncios, cómics y todos los elementos que
conformaron ese nuevo medio informativo... de una sola publicación: el
número 777.
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En
una entrevista realizada en septiembre de 2012, Rafael hizo un
reiterado hincapié en la importancia del formato, empleando distintas
combinaciones de palabras para decir lo mismo: “Cuando uno lee un
periódico, por más que la subjetividad rebose de las páginas, el suceso
se asume como verídico. El pensar sobre lo que se está leyendo deja de
ser un filosofar sobre supuestos y salta a un reflexionar sobre hechos
concretos que afectan nuestro entorno, sea colectivo o individual”.
En
esta insistencia sobre tal afirmación se basan los analistas para
argumentar que la frase de Julio Verne (“Todo lo que un hombre pueda
imaginar, otros podrán hacerlo realidad”), que empleó en el acertijo de
la página 21, revela su verdadero anhelo. La prioridad de Rafael no
fue crear una obra literaria peculiar, sino dar con el medio para
sembrar futuras noticias. Estoy de acuerdo con ellos. En un correo
electrónico que me envió hace nueve años, a inicios de 2010, cuando La
Pastilla Rosa sólo era una idea con textos desordenados, me habló sobre
su motivación de fondo, detrás de las letras, delante de sus ganas:
“al contrastar la información o al llegar a la sección literaria del
periódico, donde se desvela que lo que se tiene en las manos es un
libro de cuentos, el Lector que busco habrá saboreado ya una realidad
más amplia. También es probable que, desde un primer momento, dude
sobre la fiabilidad de las noticias, pero el dudar es suficiente para
que él respire dentro de las historias durante un rato, lo suficiente,
espero, para sembrarle un quiza si yo”.
Sus argumentos no me persuadieron. Confiaba en que la gente siguiera igual de indiferente. Sin embargo,
existen razones más convincentes, como la curiosidad o la esperanza.
Por eso me complació darle mis ahorros a Rafael para que publicase el
“periódico” y dispusiera de un uniforme corporativo, con el que
repartió 13 mil ejemplares por las calles de Madrid, voceando las
noticias como se hacía en esos días en que la visión del futuro estaba
mucho menos contaminada.
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